Una cooperativa del barrio Toto Irigoyen construye ladrillos con botellas de plástico – Diario El Argentino de Gualeguaychú. Edición online

2023-01-05 15:52:15 By : Mr. Julian Pang

Hace seis años que varios cooperativistas están trabajando en este proyecto de triple impacto que busca dar respuestas a la problemática local y mundial del plástico.

EL ARGENTINO estuvo en el galpón donde funciona la cooperativa del barrio Toto Irigoyen y pudo conocer a sus protagonistas, quienes mostraron el proceso a través del cual las botellas se convierten en ladrillos que podrían implementarse en la construcción. 

Ludmila Silva, Noelia Risso, Sergio Scuccimarra, Luz Cardoso, Sofía Zuzenegui, Juan José Álvarez y Saúl Eckerdt se dedican diariamente a dar con la fórmula perfecta para saltar de la etapa experimental, o de prueba y error, como le llaman, para que los ladrillos cuenten con certificación que habilite su uso e implementación.  

En la cooperativa del Toto Irigoyen no hay distinción de géneros ni roles, el que llega primero elige que tarea quiere hacer y los demás se reparten. Todos conocen cada uno de los pasos que detallan y muestran para que periodistas del ARGENTINO puedan observar el proceso de producción. 

Primero se realiza un pedido desde el Municipio al Ecoparque para que envíen los pallets de botellas de plástico. Una vez que llegan al lugar, se limpian y se descartan las tapitas y las etiquetas. Esto último, lo descubrieron los cooperativistas al notar que las tapas desafilaban las cuchillas de las picadoras de plástico, mientras que la etiquetas las empastaban. 

Todo esto, implicaba un aumento en los costos de producción, ya que las cuchillas debían ser afiladas más seguido. En tanto, advierten que las botellas que acercan las familias del barrio suelen estar más limpias que las que llegan del Ecoparque, lo cual les facilita el trabajo.

En este sentido, resaltan la necesidad de que la gente separe los residuos, ya que muchos plásticos son arrojados en las mismas bolsas que los orgánicos, lo que produce que se ensucien. 

El segundo paso, es llevar las botellas a la molienda gruesa que se hace con una maquina picadora muy ruidosa. Este proceso es más rápido que el posterior, y  consiste en no dejar de introducir botellas, ya que actúa por presión. 

Uno de los cooperativistas llena un balde de plástico con botellas y se lo pasa a otro encargado de alcanzárselo a quien las verter en la máquina, que las convierte en algo similar al papel picado. Así se forma una cadena productiva humana. 

Después, esa molienda se pasa por otra máquina que se encarga de moler mucho más el plástico. Esta etapa es un poco más lenta, ya que se deben acarrear los baldes de molienda gruesa para colocarlas en esta otra máquina, que es tan ruidosa como la primera.

Luego, se lo pasa por una una zaranda, que es como una especie de tamizador, para sacarle el polvo, y queda listo para ser mezclado con cemento, agua, y arena en la hormigonera. Esta es una de las instancias más experimentales del proceso, ya que en esta etapa los cooperativistas prueban las proporciones de los materiales para confeccionar los ladrillos. 

Al respecto, expresaron: “Estamos en una etapa de prueba y error. Probamos con más plástico, con menos plástico, con más cemento, con menos, para que quede como se necesita”.

Incluso, tienen varios modelos de ladrillos preparados con diferentes “recetas”. 

Una vez preparada la mezcla, se la coloca en la “bloquera”, una máquina que funciona con vibración y presión, con molde para seis ladrillos. 

Ahí se quedan durante todo el día, y luego se les echa agua con una regadora para dejarlos estacionar un día más. Al segundo día, se los coloca en un piletón cubierto de agua por 72 horas más. Este paso se conoce como fraguado. 

Finalizado el proceso, el ladrillo pasa a engrosar la muestra, que luego se lleva a evaluar. Recientemente, se enviaron algunos ejemplares a Paraná para ser sometidos a diferentes pruebas, ya que la cooperativa tiene un convenio con la UTN de Concepción del Uruguay y con el Conicet. 

A través de estas dos entidades se busca obtener el certificado de aptitud. Se espera que para el 2023 la cooperativa cuente con este visto bueno para empezar a producir en mayor volumen, y así poder hacer algunas obras pequeñas para mostrar a la ciudad, como garitas para las paradas del colectivo, o bancos para clubes de barrio. 

Entre cada producción, los cooperativistas dejan descansar las máquinas para que no se recalienten y se avocan a una huerta que está al costado del galpón, y de la cual obtienen verduras que luego llevan a sus casas para alimentar a sus familias. La duración completa del proceso es de 2 horas aproximadamente. 

El proyecto arrancó con el eje puesto en la ecología, como una forma de sacar las botellas de las calles y del circuito de desperdicios, pero adoptó una faceta social y laboral importante. 

Al  respecto, quienes forman parte de esto, manifestaron que es algo muy lindo y que además les sirvió para reforzar lazos entre ellos.

“Generalmente los contactados, no hemos tenido la oportunidad de terminar nuestros estudios, o de acceder al mercado laboral convencional, y nos ha costado más. Pero cuando se abrió la puerta de esto, se nos facilitó un poco más la vida, y la economía de nuestros hogares”, puntualizaron.

Además, les dio la oportunidad de convertirse en maestros de su conocimiento basado en esta experiencia, lo que les permitió compartir saberes con los alumnos de las escuelas técnicas de la ciudad, que se acercaron al galpón y elaboraron ladrillos junto con los cooperativistas. 

También tuvieron oportunidad de exponer en el Congreso del PASSS, donde los miembros del comedor “Estrellita Roja” del barrio Franco, quedaron sorprendidos y se sumaron a colaborar con la separación de las botellas. Lo mismo ocurrió con un participante de Buenos Aires que se llevó unas muestras para enseñar en su cooperativa. 

En esta línea, los cooperativistas expresaron su deseo: “Ojalá sea tan natural para la gente decir hay que separar las botellas para que los chicos hagan ladrillos. Está bueno para que la gente recapacite en un montón de cosas, y que se dé cuenta el daño que hacen los plásticos”.

Al mediano y al largo plazo, puede que el barrio Toto Irigoyen deje de ser conocido como el barrio que queda lejos, para convertirse en el barrio de los ladrillos ecológicos.